La peña de los Atria: la paradoja de La Casa Común
Columna publicada por El Mostrador el lunes 18 de junio de 2018.
Un nostálgico ambiente ochentero nos hizo recordar al Café del Cerro y la música de Santiago del Nuevo Extremo. Larga mesa, estilo malón sabatino, de esos que terminaban temprano por la amenaza del toque de queda. Imposible no evocar el vino navegado con naranjas, los chalecos de lana y afiches del Ché y Silvio Rodríguez adornando las paredes.
El viernes pasado se lanzó la Fundación La Casa Común, una iniciativa encabezada por el ex precandidato presidencial del PS, Fernando Atria, el que reunió a un grupo heterogéneo de líderes, que mostraron su valentía en dictadura, que batallaron por la vuelta a la democracia, algunos desde la clandestinidad, otros desde el exilio y varios refugiados en ONG´S financiadas por distintos países europeos. Aunque el evento esta vez sólo fue con sopaipillas, el lugar elegido, el Cité Esperanza, nos hizo viajar por túnel del tiempo. Una especia de remake de Regreso Al Futuro, con una mezcla de viejos crack –como Luis Maira o Manuel Antonio Garretón- un par de representantes del PC y del Frente Amplio, deportistas, pensadores, además de la presencia de Francisco Huechumilla, el senador DC que en cualquier momento empieza la fractura de la falange hacia la izquierda, una versión en espejo de Mariana Aylwin, en el sentido contrario. La ex Concertación, la ex Nueva Mayoría, reunida nuevamente, aunque con una diferencia importante: aquí sólo estaba la intelectualidad y el grupo era pequeño. Es decir, la Nueva Mayoría versión elite.
En el documento de presentación se destaca que La Casa Común tendrá como objetivo trabajar para construir el Chile post neoliberal, sentenciando “dónde podamos decidir la forma en que vivimos”. Sus treinta integrantes esperan ser “cercanos, diversos y unidos”, pero hablando claro, “de frente”, a partir de la historia de cada uno. Pero también miran hacia adelante haciendo un primer mea culpa del sector centro-izquierda: piensan trabajar con un nuevo tono, utilizar nuevos formatos para comunicar sus ideas y enfocarse en las necesidades de las personas: “nadie deja de dormir porque no hay nueva Constitución, pero sí porque Fonasa no le permite tratar la enfermedad de su hijo”. Un avance importante después de estos seis meses en que la centro izquierda ha vivido en un estado crepuscular y confusión total, producto de la derrota electoral de fines del año pasado.
Por supuesto que esta iniciativa es relevante políticamente. Representa una oportunidad de recomposición de un sector que logró en su momento capturar las necesidades, expectativas y anhelos de la ciudadanía, y que luego se fue fracturando gradualmente hasta llegar a constituir en 2013 una coalición forzada por recuperar el poder, pero con muy pocos puntos que los unieran en los contenidos de fondo. Tanto es así, que el presidente de la Democracia Cristiana de la época, a menos de un año en La Moneda, señaló que ellos nunca habían conocido el programa de Gobierno, para justificar su oposición a los proyectos estructurales que sustentaban la gestión de Michelle Bachelet. Lo que ocurrió en la creación de la Nueva Mayoría es que los partidos optaron por obviar una discusión profunda del país que querían ofrecerle a los chilenos, la forma en que ejecutarían un programa pegoteado con fórceps, y lo más dramático, definiendo lo que las personas esperaban del futuro Gobierno. Además, la participación del Partido Comunista en la colación ni siquiera fue asumida, especialmente por la falange, quienes empezaron su quiebre a partir precisamente de este factor. Lo honesto hubiera sido que Mariana Aylwin, Soledad Alvear y Gutenberg Martínez abandonaran el partido en ese momento y no una vez que sufrieron la derrota en manos de Chilevamos, pero bueno, el poder a veces es más fuerte.
¿Cuál es la paradoja de La Casa Común?, que en los ochenta los partidos estaban proscritos, por tanto, la actividad política, la reflexión social, las visiones del país soñado debían hacerse en espacios alternativos. La democracia anhelada se pensaba en las esquinas, plazas y peñas. No había alternativa, para los militares, tres personas reunidas era una célula marxista, un peligro para la sociedad. Por tanto, la iniciativa de Fernando Atria, demuestra la crisis profunda de los partidos de centro izquierda chilenos. La incapacidad de rearticular el sector, la falta de mea culpa de las razones que llevaron a que Sebastián Piñera ganara con tan alta votación y la ausencia de reflexión respecto de los cambios experimentados por nuestra sociedad en estos años, ha sido la tónica de los partidos en este medio año transcurrido desde las elecciones pasadas.
Así como la derecha fue capaz de repensarse durante el mandato de Bachelet, permitiendo el nacimiento de un partido como Evópolis –ellos junto al Frente Amplio han significado un refresh de la política chilena-, la centro izquierda tiene por delante el desafío mayor de reinterpretar a Chile, proceso en el que de seguro surgirán cambios en los partidos actuales o nuevos referentes. Sin ir más lejos, el PPD necesita una revisión profunda. En la reciente elección, apenas votaron 4.800 militantes y hoy queda muy poco de ese partido que irrumpió en los noventa con temas vanguardistas y novedosos como la defensa del medio ambiente.
Aunque la simbología de la presentación de La Casa Común tuvo más de la estética de los 80 que de estos tiempos, y sus treinta fundadores representan una acotada visión de la sociedad chilena –por ahora no hay personas de pueblos originarios u otras minorías-, creo que la idea de Atria constituirá un estímulo para mucha gente que –hace tiempo- abandonó la política de los partidos, dejó de identificarse con la ex Nueva Mayoría o simplemente se cambió de bando.
El único riesgo de esta iniciativa es quedarse pegada en un grupo de intelectuales aficionados a los papers, seminarios o jornadas de reflexión de altura. La diversidad debe amplia en todo sentido y tienen que ser capaces de recoger las nuevas inquietudes y expectativas de los chilenos, pero escuchándolos. Ya es un hecho positivo que partan asumiendo que los ciudadanos buscan más respuestas a sus problemas cotidianos que a procesos que se ven lejanos o poco trascendentes para su cotidaneidad y que hay que utilizar nuevas formas de comunicación para llegar a esos chilenos post neoliberales. Y por supuesto, no es la hora de que empiecen a pensar que serán los reemplazantes de la ex Nueva Mayoría, eso sería repetir el mismo error de 2013.