Una nueva sociedad necesita nuevos símbolos
Columna de opinión publicada por El Rancagüino el 25 de marzo de 2021
En la madrugada del viernes 12 de marzo fue retirada transitoriamente la estatua del General Baquedano de la plaza homónima, después de álgidas discusiones al interior del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) en medio de homenajes al pie de la estatua por parte de personeros de gobierno y ejército, incluyendo oficiales en retiro. El objetivo de la acción es declarado en preservar y restaurar la estatua ecuestre.
¿Por qué sucedió este fenómeno? En el brevísimo plazo, como respuesta frente a las recientes quemas y cortes en las patas del caballo que sostenía al General en su pedestal, las que pusieron en riesgo la integridad estructural de la estatua. Sin embargo, como epicentro simbólico del estallido social de octubre de 2019, es preciso buscar razones más amplias para explicar estas acciones, pues el concepto de “vandalización”, utilizado hasta el cansancio por el Gobierno y Ejército en torno a esta tema, no alcanza a entregar razones suficientes.
Y es que la intervención y derribo de estatuas que rendían culto a antiguos esclavistas o colonizadores es una ola que está atravesando el mundo, pues dichas efigies resultan ser símbolos de una hegemonía blanca, heteropatriarcal y racista, a tono con el siglo XIX, pero no con el siglo XXI y su cambio de paradigmas. Ocurrió en Inglaterra, en Bélgica -que tumbó la del rey Leopoldo II por ser responsable del genocidio en el Congo- y en Estados Unidos. En ocasiones, el mundo político se ha hecho parte de estas acciones. Es el caso de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, que solicitó la remoción de 11 estatuas de generales confederados que lucharon del lado esclavista en la guerra de secesión (1861-1865).
De acuerdo a Catherine Burdick, historiadora del arte y experta en Patrimonio, debido a que los monumentos son símbolos de lo que una sociedad más valora, la eliminación sistemática de estatuas figurativas y símbolos históricos relacionados puede evidenciar cambios más amplios en los valores de la sociedad en general. La muerte de George Floyd en Minneapolis, Minnesota, el 25 de mayo de 2020, provocó un movimiento en los Estados Unidos que resultó en la eliminación de numerosas estatuas y símbolos confederados por parte de autoridades y manifestantes. Un ejemplo notable ocurrió en Monument Avenue en Richmond, Virginia, la antigua capital de la Confederación, donde una estatua ecuestre de Robert E. Lee (instalado en 1890) fue removida en un evento público conmovedor en oposición a la historia en este país del racismo y opresión.
En Chile, poco más de 300 monumentos se han visto afectados a raíz del estallido social del 2019. La mayoría son intervenciones en efigies de diferente tipo con pintura -por ejemplo, pintando un ojo rojo en alusión a las pérdidas oculares- u otros elementos. Sin embargo, algunas han sido de frentón destruidas, como la estatua de Cristóbal Colón descabezada en Arica, la de Pedro de Valdivia en la plaza de la Independencia en Concepción y la de Francisco de Aguirre en La Serena, reemplazada por la escultura Milanka, en honor a la mujer de la cultura diaguita. En pocas palabras, los símbolos caídos responden a un paradigma decimonónico.
Y la estatua del General Manuel Baquedano, héroe de la Guerra del Pacífico, participante en la guerra civil de 1891-donde luchó en la Frontera de Arauco-, y político del siglo XIX representa exactamente lo que la ciudadanía ya no quiere más: el viejo orden, en el que el privilegio de pertenecer a la élite alcanza para invisibilizar el esfuerzo y la cultura del trabajo. La Guerra del Pacífico, que enfrentó a Chile con Perú y Bolivia, dejó como saldo para nuestro país una gran riqueza salitrera, que fue finalmente aprovechada por capitales extranjeros, en el contexto de una economía nacional que se abría al mundo. Es decir, matamos a nuestros vecinos a cambio de riquezas que no fueron para los pobladores de Chile, los mismos que lucharon, también, denodadamente en esos frentes de guerra. ¿Eso debiera ser, en el presente, motivo de orgullo? Además ¿alguien recuerda que bajo Baquedano se encuentra la tumba del soldado desconocido? Los soldados del pueblo, que lucharon la misma guerra, que no iban a caballo, pero creían en la patria.
Hoy día no parece tener sentido la mantención de estos símbolos que imponen la división y no representan a la ciudadanía que se ha manifestado de muchas maneras, y que pretende recuperar, además de su representación política, su figuración en el espacio público. En vez de la enorme cantidad de conjuntos esculturales que responden a esa élite del XIX que sigue gobernando y se encuentra profundamente cuestionada, parece sensato pensar en representaciones que hablen a toda la ciudadanía. Celebrar las manos de los artesanos, de los trabajadores, de todos los que levantaron la historia de este país desde abajo, con esfuerzo y sin flaquear. Eso es lo que representa a la mayoría. Un maravilloso ejemplo se encuentra en la plaza central de Chimbarongo, y la imagen que muestra al mimbrero en el ejercicio de su arte, que no ha sido atacada desde octubre del 2019 ¡Ésa es la historia que hay que tejer!
Amalia Castro San Carlos
Académica del Centro de Investigación en Artes y Humanidades (CIAH)
Universidad Mayor