Crisis comunicacional y retórica cultural del miedo

Director del Núcleo Transversal de Ciencias Sociales y Artes (NACSA), Heber Leal, comentó sobre la percepción del miedo en Iniciativa Laicista el 2 de mayo 2024.


Tras la crisis comunicacional subyace un fenómeno complejo: la retórica del miedo. Este tema, que invita a una reflexión profunda, se entreteje con las ideas de la filósofa estadounidense Martha Nussbaum, plasmadas en su obra «La monarquía del miedo» (2019).

Nussbaum argumenta que si bien el miedo tiene raíces profundas y una lógica que se desentraña desde diversas disciplinas, es su expresión retórica la que más impacta en nuestras interacciones sociales. Sus efectos son múltiples, todos con implicaciones ético-políticas de gran envergadura.

Lo intrigante de su enfoque radica en su percepción del miedo como una pieza clave en el entramado de nuestras relaciones sociales, especialmente acentuado en la era actual, donde la cultura digital y globalizada desempeña un papel destacado en la propagación de una lógica de terror.

Apoyándose en corrientes filosóficas y psicológicas, Nussbaum avanza en sus conjeturas sobre cómo el miedo se convierte en la herramienta de manipulación mental por excelencia, retomando ideas de pensadores antiguos como Tucídides y Aristóteles.

Destaca dos fenómenos de relevancia para comprender esta dinámica: las cascadas de prestigio y de información. La primera alude a la empatía hacia el prestigio de un líder, mientras que la segunda se refiere a la manera en que la información se propaga en grandes grupos. Desde comunicados de prensa de líderes políticos hasta publicaciones en redes sociales, estos fenómenos pueden originarse en diversas fuentes.

Nussbaum sugiere que un antídoto contra esta dinámica es la phrönesis, o prudencia aristotélica. En la actualidad, estar informado mediante datos científicos es crucial, ya sea para desmitificar la satanización de culturas diferentes o para comprender fenómenos globales como epidemias y pandemias que desencadenan respuestas viscerales ligadas al miedo y a la comunicación a través de plataformas populares.

Como ejemplifica Nussbaum, el temor infundido hacia la cultura musulmana en Estados Unidos se basa en los mecanismos del miedo: tendencias innatas, heurísticas arraigadas en la psicología humana y la reacción ante la retórica política. Este tipo de miedo, generado en un clima de ignorancia y alimentado por una lógica imprecisa y alarmista, obstaculiza cualquier intento sensato de diálogo sobre nuestro futuro.

Un aspecto adicional del mecanismo retórico del miedo es su relación con la ira. Para Nussbaum, la indignación y el deseo punitivo han sido, desde la época de los griegos y romanos, un factor negativo para la democracia.

Citando a Nussbaum: “Muchos estadounidenses (hombres y mujeres) consideran que las represalias son un signo de hombría: un hombre de verdad o una mujer fuerte devuelve el golpe cuando le hacen daño a él o a los suyos. No todas las culturas han pensado así. Los griegos y romanos antiguos creían que la ira era un síntoma infantil. La verdadera fortaleza, pensaban, está en no dejarse arrastrar por el juego de responder a la sangre con sangre. En la mitología antigua, el castigo vengativo es malo, como bien ilustró el trágico griego Esquilo al caracterizar a las furias, diosas de la venganza, como unas bestias sucias y venenosas para la política por su incapacidad para pensar en el bienestar humano”.

Este pasaje resalta la divergencia cultural en la percepción de la ira y la venganza: mientras que en la cultura estadounidense contemporánea se considera que las represalias son un signo de hombría o fuerza, los antiguos griegos y romanos veían la ira como un síntoma infantil y valoraban la fortaleza en la capacidad de resistir la tentación de la venganza.

Las culturas latinoamericanas, tanto antiguas como modernas, han tenido percepciones variadas sobre la ira y la venganza. En algunas tradiciones indígenas precolombinas, como la de los mayas o los aztecas, la venganza podía estar ligada a conceptos de justicia y equilibrio cósmico, aunque también se valoraba la reconciliación y la resolución pacífica de conflictos. En la cultura colonial y posteriormente en la historia latinoamericana, la venganza ha sido a veces vista como una respuesta necesaria ante la injusticia y la opresión, aunque también se han promovido valores de perdón y reconciliación, especialmente en contextos de posconflicto y transición democrática. Actualmente, las opiniones sobre la venganza en Latinoamérica varían según la región y la cultura, pero se tiende a valorar más la justicia restaurativa y a buscar soluciones pacíficas a los conflictos.

Nussbaum sostiene que la ira nos induce a errores que podemos lamentar. Por tratar de enmendar un desprecio o desplegar una venganza para equilibrar un daño, generamos un efecto negativo en el entorno y las consecuencias pueden afectar a terceros. Piénsese en los problemas que generó la afrenta desplegada por Aquiles hacia Agamenón y el daño que se deparó a su alrededor.

Los errores más comunes que trae consigo el desarrollo de la ira son los errores del estatus y los errores de “devolver el golpe”. La primera tiene que ver con la inseguridad y la obsesión en torno al prestigio y la reputación (no a la dignidad que son cosas distintas, esta tiende a la igualdad”). La segunda alude a la vieja idea de que la punición aliviará nuestro dolor e instalará justicia en el mundo.

Para Nussbaum, la ira es la hija del miedo y, por ende, forma parte de sus mecanismos retóricos. “Si no fuésemos tan vulnerables, probablemente no nos enfadaríamos nunca. Lucrecio imaginaba que los dioses eran seres perfectos y completos, de otro mundo, y, a propósito de ellos, escribió además que su ser ni se deja ganar por meritorios favores ni afectar por enfados”.

Heber Leal, Director del Núcleo Transversal de Ciencias Sociales y Artes (NACSA)
U. Mayor.