¿Cómo se debería llamar la “ex” Nueva Mayoría?

Columna publicada por El Mostrador el lunes 7 de mayo de 2018.

¿Habrá algo más penoso para un grupo o conglomerado que ser denominado “ex algo”? Es una definición desde la antítesis, una negación, es decir, lo que uno no es. Es la falta de identidad en su expresión más dramática. “Ex” también es sinónimo de corte con el pasado. Ex marido, ex estudiante, ex empleado. Y claro, los sentimientos pueden ser diversos frente a esa historia: desde la nostalgia por la pérdida hasta el alivio por haber terminado con una etapa.

La verdad es que la ex Nueva Mayoría murió de causa natural, pero fue sin entierro, ni obituario, tampoco honores, y menos despedidas. No se cumplió con ningún rito propio de estos casos. Ni un brindis siquiera. Sus propios integrantes dejaron de nombrarla, la olvidaron.

Creo que para quienes se sintieron identificados con este grupo político, las emociones se mezclan y funden en el pasado. También se deben conectar con eso de “todo tiempo pasado fue mejor” y suspirar con la añoranza de la ex Concertación, más que mal, una de las coaliciones más exitosas y de mayor duración de la historia democrática del país.

Por un lado, hubo algo de liberación. La ex Nueva Mayoría se armó en torno a un hecho puntual: administrar un programa de Gobierno que algunos apoyaron y otros de sumaron por inercia. De hecho, los democratacristianos, nunca pudieron reconocer que su opción había sido pragmatismo puro. Un grupo importante de ex DC -Mariana Aylwin, Soledad Alvear, Gutenberg Martínez, entre algunos-  nunca estuvo de acuerdo con el programa de la ex Presidenta Bachelet. Tanto fue ese poco arraigo, que Ignacio Walker llegó a decir en un momento que a ellos nadie les había mostrado el programa. Lo cierto es que para que alguien sea parte de cualquier cosa importante, suele partir por preguntar de que se trata, que fundamentos tiene, sus objetivos, alcances, valores, etc. Si hasta para decidir del Colegio de los hijos uno investiga el proyecto educativo, sus directrices, infraestructura, orientación docente, etc. Entonces, para varios de la falange, dejar de ser parte de la Nueva Mayoría fue un gran alivio. Claro que después de cuatro años de haber participado con Ministros, Intendentes, Gobernadores, etc.

Para los PPD, en cambio, la ex Nueva Mayoría fue una “agencia de empleos”. Así, al menos, lo declaró hace unos días Heraldo Muñoz, el ex Canciller que intenta liderar los destinos de ese partido, desatando una tormenta de críticas de sus ex compañeros de ruta. Demás está decir que el Partido por la Democracia está viviendo una crisis profunda, y que se representa en el proceso de reflexión que iniciaron después de la derrota estrepitosa en manos de Sebastián Piñera. A partir de ese momento, la otrora colectividad que representó una esperanza en los inicios de los 90 al abordar nuevos temas, como el medio ambiente, se encuentra analizando y discutiendo en que parte del espectro político de Chile se encuentran. A tal nivel llega el estado de confusión, que han desarrollado varios talleres y reuniones en que los invitados son gente de otros partidos y sensibilidades, para que les digan en qué lugar están. Sin comentarios. El propio Muñoz ha levantado la tesis de que el PPD sufrió un proceso de izquierdización y que el fracaso electoral se debe, entre algunas razones, a la escaza preocupación por el crecimiento económico.

Los socialistas, pese a que lograron una buena representación parlamentaria, terminaron desangrados entre la disputa de los cupos “calados”, la derrota de un histórico –Escalona- y la falta de sintonía fina con la ex Presidenta, militante de sus filas. El enredo que se les armó cuando el Panzer intentó colaborar en las Comisiones convocadas por La Moneda, dejó una extraña sensación de que las órdenes de partido van a empezar a tambalear pronto, de echo el alcalde Johnny Carrasco sí aceptó la invitación.    

Del PRSD mejor ni hablar. No sólo le dieron totalmente la espalda a su ex candidato presidencial al día siguiente de la elección, sino que iniciaron una travesía por el desierto que los tiene hoy evaluando hasta su identidad gráfica. Los comunistas, por su parte, parecen estar a la espera que la ex NM o el Frente Amplio los convoquen a formar parte de algún nuevo referente, en que nadie parece estar muy entusiasmado con que se integren.   

Esto es lo que queda de este acuerdo programático que se disolvió espontáneamente. Han pasado cinco meses de la derrota y aún parecen choqueados. Y, por supuesto, sin autocrítica ni mea culpa. Al mismo tiempo, muchos de sus dirigentes parecen estar dedicados a otras cosas. Una que otra aparición puntual de la vieja guardia y algunas figuras emergentes que a veces nos recuerda que aún algo de humo queda en la fogata. 

Por ahora, no se ve que las cosas vayan a cambiar mucho. No hay ninguna perspectiva en el horizonte. Si existieran ideas fuerza que aglutinen, metas, visión de futuro, claridad de la política de alianzas, y la voluntad, significaría que al menos, esta etapa, sería parte de un proceso evolutivo, como esos productos que vuelven a renacer con otras marcas, pero que mantienen algo de su esencia. El problema es que las transiciones son parte de un proceso en que se tiene claro un fin. Perdonen el ejemplo, pero es el caso de un producto que puede usar el ex sin complejos, como lo hizo mucho tiempo la viña Tarapacá ex Zavala.

La ex Nueva Mayoría, también parece que hubiera desaparecido junto a sus ex dirigentes y ex líderes. Como será de dramático, que la propia Bachelet tuvo que adelantar su incursión en la contingencia, de seguro, angustiada de ver a parte de su legado – la coalición en que basó su Gobierno- desmoronarse. Si hasta Nicolás Eyzaguirre, ex Ministro, ha vuelto a sacar la voz, luego de que en que en la última etapa de la administración tuvo un perfil muy bajo. 

Pero volvamos a lo de fondo. El problema de la ex Nueva Mayoría no es sólo la falta de un nombre, sino la incapacidad para hacer una nueva propuesta al país para los tiempos de hoy y de buscar un acuerdo en base a puntos de vista comunes y no puro pragmatismo. A diferencia de lo que planteó Máximo Pacheco en El Mercurio ayer, creo que sí es necesario que partan por hacer un análisis de qué le pasó a una coalición que arrasó con Bachelet el 2013 y cuatro años después permitió que Piñera volviera con una de las votaciones más altas desde el regreso a la democracia. El peor espejismo que pueden tener en la ex NM es pensar, como lo afirmó Guido Girardi, que los errores de Piñera les van a devolver la unidad.

Hoy La Moneda navega sin contrapeso, sus dificultades han sido solo errores no forzados. Si ni siquiera el Frente Amplio ha sido capaz de liderar la oposición, enredado entre las disputas y errores de varios de sus rostros. De seguir así, la apuesta de Chile Vamos, de llegar al poder por ocho años, puede quedar corta. Mientras tanto, y tal como lo hice con dos periodistas amigos, podemos abrir un concurso para buscarle un nombre a esta coalición adormecida y no tener que seguir nombrándola como ex NM. ¿Se te ocurre alguno?