El estrés de largo plazo aumenta la probabilidad de desarrollar enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer
Utilizando como modelo el roedor chileno degú, investigadores evaluaron los efectos acumulados en su cerebro, gatillados por el aislamiento social, los que persistieron pese a su resocialización.
Investigadores evaluaron si el estrés por aislamiento social en el largo plazo hace más susceptible a desarrollar enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, utilizando como modelo un roedor social chileno.
Se trata del Octodon degus, conocido como degú o ratón cola de pincel, un pequeño roedor endémico de nuestro país que habita entre Vallenar y Curicó.
Los degús son muy sociales, capaces de hacer cuidado comunitario de las crías y, en cautiverio, pueden vivir hasta 8 años, una de las muchas razones que los hace un muy buen modelo biológico para estudios relacionados con envejecimiento natural.
En la investigación sobre el Alzheimer, el degú cumple un rol crucial: conforme avanzan sus años de vida, va presentando depósitos de beta amiloide, una proteína prácticamente idéntica a la que se acumula en las neuronas de los enfermos de Alzheimer y que se asocia con déficit cognitivo.
El equipo interdisciplinario, encabezado por la ecóloga Daniela Rivera del Centro GEMA Genómica, Ecología y Medio Ambiente de la Universidad Mayor, e investigadoras de la Universidad Autónoma y San Sebastián, junto a los Premios Nacionales en Ciencias Naturales, los investigadores Francisco Bozinovic y Nibaldo Inestrosa, evaluaron los efectos del aislamiento social desde el periodo posnatal y postdestete hasta la edad adulta, en diversos parámetros subyacentes a los procesos de memoria. Uno de los aspectos que también analizaron fue el efecto amortiguador que tendría si los animales aislados fueran puestos devuelta a resocializar con sus congéneres, y si eran capaces de revertir los efectos causados por el aislamiento, proceso conocido como resocialización.
“Nuestro tratamiento consistió en usar crías de degús que fueron sometidas a aislamiento de sus madres y respectivas hermanas y hermanos durante el periodo postnatal durante 1 hora al día hasta el destete. De acá en adelante, los degús se mantuvieron en sus respectivos grupos y otros se criaron de manera aislada hasta la adultez. Este grupo fue puesto a resocializar con su respectiva familia luego del periodo de aislamiento”, explicó la autora.
Los científicos evaluaron si estos animales estaban estresados al medirles los niveles de cortisol en la sangre. Para estudiar la memoria y aprendizaje, se registraron diferentes pruebas conductuales y midieron la actividad cerebral mediante electofisologia, que permitió medir potenciales de acción y evaluar proteínas que participan en la actividad sináptica y otras visas de señalización, así como proteínas que están relacionadas con la enfermedad de Alzhiemer.
En las publicaciones previas en las revistas Scientific Reports y Neurobiology of Stress, el equipo encontró que el aislamiento social a largo plazo aumenta los niveles de ansiedad, afecta el rendimiento cognitivo y la afiliación social, mientras que la resocialización fue capaz de revertir estos efectos.
La resocialización juega un papel importante como amortiguador de las situaciones estresantes, pudiendo restaurar los efectos conductuales y cognitivos, pero no es suficiente para revertir algunos de los cambios moleculares a nivel cerebral generados durante el aislamiento.
Esto llevó a los investigadores a preguntarse si habría otros efectos acumulados en el cerebro de los degús gatillados por el aislamiento que aún no habían determinado y que pudieran ser similares a los desarrollados en la sintomatología del Alzheimer. Los datos de este estudio están disgregados por sexo, ya que la enfermedad de Alzheimer no afecta en de la misma manera a las hembras/mujeres y machos/hombres.
Los resultados recientes, publicados en la revista Frontiers in Aging Neuroscience, muestran que el estrés por aislamiento social de largo plazo hizo que las hembras presentaran un aumento anormal de proteínas relacionadas con estrés oxidativo, estado que persiste tras la resocialización. Mientras que los machos tuvieron más marcadores moleculares de estados inflamatorios, y cuyos efectos fueron parcialmente mitigados por el proceso de resocialización. Tanto en hembras como machos se observa una significativa acumulación de proteínas tau y beta amiloide (claves en diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer), la que persiste más allá de la resocialización, y que podría aumentar la susceptibilidad a desarrollar esta enfermedad en edades más tempranas.
Este trabajo es clave para estudios futuros en los que se está evaluando el impacto que pueden tener diferentes situaciones de aislamiento social, como el abandono debido a las altas tasas de desatención parental derivadas principalmente de la pobreza, junto con episodios de niños separados de sus padres durante procesos migratorios que pueden causar efectos/trastornos postraumáticos. Más recientemente, la pandemia mundial de COVID19 ha impuesto cuarentenas de larga duración, manteniendo a los individuos socialmente aislados durante meses, lo que ha aumentado las tasas de ansiedad y depresión.
“Este tipo de estudios permiten empezar a comprender los efectos de determinadas conductas y eventos traumáticos en nuestras vidas y los efectos relacionados con la ansiedad en la salud mental y los trastornos depresivos. Por otro lado, el impacto que tiene la resocialización en humanos aún está por determinarse”, enfatizó la autora.