Varela y Polo Piñera: autogoles jugando sin rival
Columna publicada por El Mostrador el lunes 23 de abril de 2018.
Definitivamente, Gerardo Varela no causa el mismo efecto con sus metidas de pata que la versión que conocimos del Presidente Piñera en 2010. No es gracioso, no saca risas. Hay un abismo de diferencias con la famosas Piñericosas. El mandatario, está evidentemente más cuidadoso que en su primer período, en que solía errar en las formas. El pensamiento a tropel lo llevaba a improvisar más de la cuenta, con los consiguientes riesgos de dar vuelta letras, confundir personajes y épocas, además de deformar proverbios, trabalenguas, frases históricas, los que además se transformaban en memes, chistes, viñetas y rutinas de humoristas y comediantes. Como olvidar el marepoto y las frazanas; la prevención del cáncer de mamo; la celebración de 500 años de vida independiente; cuando denominó como Antofaguasta a la ciudad del norte; el rebautizo de Nicolás (Nicanor) Parra, Eusebio (Lillo) Libio y Víctor (Jara) Parra; la confirmación de que Robinson Crusoe vivió cuatro años en Juan Fernández y que Condorito nació en Cumpeo. Y esa recomendación tan útil: “si usted maneja no conduce”.
Tanto es así, que desde su regreso el 11 de marzo a La Moneda, se han extrañado sus antiguas salidas. Hoy tiene un ritmo y tono más pausado. Se nota que está haciendo un esfuerzo. Ya durante la campaña había realizado un giro que no pasó desapercibido, lo que en comunicaciones llamamos “gestión del ridículo”. El Presidente y/o su entorno evaluaron que era mejor reírse de sus constantes lapsus y utilizarlo a su favor. Lo de fondo, es que tomó conciencia del problema, lo que se tradujo en una puesta en escena más cuidadosa en su vuelta a palacio.
Y como analizamos en este mismo espacio hace unas semanas, el diseño original apuntaba a proteger la figura del mandatario, dispersando las vocerías, de manera de que sus ministros hicieran la contención. Todo bien en teoría, pero lo cierto es que, a poco andar, comenzaron los problemas por exceso de proactividad y entusiasmo de los Jefes de carteras. Además del error garrafal del titular de Salud, quien alertó a la Opinión Pública con cifras erradas de mortalidad por VIH; la calificación de jueces de izquierda por parte de Larraín; o los problemas que provoca Valente por su tono arrogante, la estrella de este período ha sido el Ministro de Educación.
Gerardo Varela Alonso, abogado, columnista, asesor de empresas y administrador de un patrimonio familiar de cuatro mil millones, ex integrante del directorio de Educa UC, contrario a la gratuidad, que declaró que el “peor error de este Gobierno –el de Bachelet- es negar a la educación su naturaleza de bien económico”, fue una de las grandes sorpresas cuando se designó el Gabinete en enero pasado. Desde antes de asumir, Varela comenzó a generar dudas y comentarios de pasillo, tanto por su escasa experiencia política, como por sus juicios previos respecto de la educación. Además de la estrecha amistad con el Presidente –son vecinos en Cachagua-, no se entendió si esto era una señal de explícita de cambios o simplemente un acto de confianza personal. Pero como han sido muchas designaciones, me inclino por lo segundo.
A la luz de los hechos posteriores, incluso se ha llegado a especular que Varela es parte de un diseño que le permite a Piñera “testear”, vía este Ministro, algunos temas ligados a la educación y agenda valórica, los que serían planteados primero por la autoridad sectorial para evaluar cuan fértil es el terreno, o bien que riesgos trae consigo, a partir de las reacciones de distintos actores. Yo la verdad es que creo que esa tesis –planteada por algunos parlamentarios opositores- no resiste mucho análisis, sin embargo, ese diseño permite tener “fusibles” que pueden saltar sin problemas. Y el Ministro es un candidato a ser el primer fusible de esta administración.
De fondo, lo que tenemos acá, es una falla en la implementación de la estrategia comunicacional elaborada en La Moneda. El resultado es claro: un Gobierno que logra imponer la agenda en un comienzo, un Presidente que aparece en lo justo y necesario, una oposición en el suelo, pero resulta que en las últimas dos semanas la atención pública ha estado puesta en los errores y salidas de madre de sus colaboradores, particularmente en las frases célebres de Varela, las cuales todas han tenido una fuerte cobertura y reacción pública.
Además, Varela ha tenido el mérito de despertar a actores que permanecían dormidos. En su primera entrevista –dos páginas en La Tercera- insistió en que la educación era un “bien de consumo” y sentenció que los tiempos de las marchas ya habían terminado. Como era de esperar, inmediatamente vinieron las convocatorias de estudiantes secundarios, universitarios y profesores, algo que ni los partidos y federaciones habían podido lograr desde hace bastante tiempo. En su segunda entrevista, relativizó el tema del lucro en la educación y remató con esa frase torpe, provocadora y machista en que ejemplificó el uso de condones con sus hijos –de paso, dejándolos como candidatos a bullyng nacional-. A parecer el Ministro estuvo distraído el día del entrenamiento para enfrentar medios desarrollado por la Segegob, porque lo cierto es que, nuevamente, confundió la entrevista con una conversación coloquial con un grupo de amigos en el living de su casa. Para su desgracia, la alusión a los “campeones” lo acompañará hasta el último día que ejerza el cargo y será objeto de burlas, bromas y comentarios en redes sociales. Y claro, será el favorito de los medios para hacerle una nota y verlo pisar el palito.
La diferencia con Piñera, es que Varela no comete errores de forma. Detrás de cada chascarro hay una posición clara y definida de su visión de la sociedad y la educación. Puede ser que además en él se sume una puesta en escena bastante mala –sonríe para decir hasta las cosas más serias, con lo que se resta autoridad-, pero lo concreto es que le provocó un revés duro al Gobierno, justo en una semana en que había tenido logros importantes, gracias al anuncio de la ley de migraciones.
Educación fue el área que más dolores de cabeza le trajo a Sebastián Piñera en su primer mandato, tanto es así, que desfilaron por ese Ministerio cuatro titulares. Y la situación hoy no se ve muy distinta. En la masiva marcha estudiantil de la semana pasada, Gerardo Varela pasó a convertirse en una suerte de ícono de distintos sectores, los que identificarán a este abogado como el representante de todos los males de la educación. De hecho, la mayoría de los discursos, lienzos, gritos y pancartas aludían al Ministro.
Finalmente, el episodio Varela está demostrando que La Moneda sufre el peor síndrome que puede afectar a un Gobierno: tener todo el viento a favor, y terminar disparándose a los pies, sin intervención de terceros. Los errores no forzados comienzan a aumentar, e incluso están consiguiendo sacar del letargo y la prolongada siesta a la oposición. A los traspiés de algunos Ministros, se suman las disputas internas por temas valóricos, las declaraciones delirantes y ofensivas de Urrutia, la torpe compra frustrada del Lexus, y por supuesto, el primer acto fallido serio cometido por el Presidente al nombrar a su hermano de embajador, después de un primer mes impecable. Y claro, en el Frente Amplio y la ex NM ya están prendiéndole velas al Gobierno.