Las PYMEs y la Matriz Productiva local-global
En una reciente discusión en la prensa local se señalaba la poca capacidad que posee la economía chilena para generar una economía más compleja y diversificada. Y de ahí mejorar sustantivamente el ingreso percapita y la distribución del ingreso. La discusión se desarrolla en los contornos de un esquema de libre mercado sin complementariedad estatal hasta un Estado que controla y guía el desarrollo del sector privado.
Se menciona como referencia el Índice de Complejidad Económica (ICE de Harvard) para afirmar que Chile no ha sido capaz de diversificar su economía en línea con los países más desarrollados. Se enfatizan los casos de éxitos más recientes (1960 hacia adelante) como es el caso del Este Asiático; Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Tailandia, Malasia, que crecieron sobre el 6% entre 1965 a 1990 (más que ninguna otra región del mundo). Aunque el desarrollo complejo de la economía requiere de estabilidad macroeconómica y de una robusta solidez institucional, no necesariamente esto se verifica en algunos países de este índice. Además, el ICE proyecta la capacidad de crecimiento de la economía futuro a partir del análisis de la canasta exportadora: diversidad, sofisticación, el número de países al que exporta ese producto y la densidad exportadora. Pero siempre se requiere hacer contextualizaciones a cualquier índice y además tenemos países de acuerdo al ICE con niveles de cierta sofisticación en la canasta exportadora, pero con altas tasas de desempleo e inestabilidad institucional y macroeconómica. También, en las dos últimas décadas Japón no ha crecido pese ser el número 1 en el ranking de complejidad económica (ICE).
En el caso de Corea del Sur, el crecimiento inicialmente estuvo ligado a grandes conglomerados industriales denominados Chaebols, que luego de mas de 30 años de desarrollo, ahogaban a las empresas PYMEs en las relaciones contractuales, debiendo crearse un Ministerio para PYMEs (actualmente se denomina Ministerio de PYMEs y Startups). Se confió inicialmente el crecimiento a los grandes conglomerados dada las externalidades positivas (spillovers) para desafiar las ventajas comparativas y transformarlas en dinámicas. La cercanía a Japón (buena parte del comercio exterior se verifica en la región asiática) así como una política industrial basada en seleccionar “sectores ganadores” (picking the winners) permitió el despegue económico, aunque más tarde dicha política fue cuestionada como uno de los múltiples factores que desencadenó la crisis asiática.
El caso de Singapur, ciudad - Estado, es un caso muy especial de éxito. Con apenas 6 millones de habitantes se transformó en un hub comercial, industrial y financiero lo que es además posibilitado por un fuerte comercio intrarregional asiático. Noruega, otro ejemplo frecuentemente mencionado, tiene un fuerte comercio con Inglaterra y Alemania y sobre todo con la Unión Europea, exportando productos intensivos en energía e importando bienes de capital y de tecnología. En cambio, Inglaterra y Alemania en su camino a transformarse a economías mas complejas, ampliaron sus mercados en la mitad del siglo XX gracias a la revolución industrial. Alemania antes de 1870 estaba dividido en una serie de principados, ducados y pequeños reinos que competían por destacar en el arte y la ciencia. Luego de la reunificación alemana en 1870, esto se potenció y amplificó. Por su parte Inglaterra, con su visión pragmática liberal, creo las condiciones para el dominio imperial en ultramar y con ello el desarrollo de habilidades industriales en escala masiva.
Otro país mencionado en las discusiones en prensa es Australia, cuyo comercio exterior es mayoritariamente con China y Japón, y cuyas exportaciones están basadas en acero en mas de un 80% siendo el resto asociado a productos commodities. En el caso del acero, genera un fuerte componente de tecnología, innovación y potencia distribuidores en pequeña escala y con economías regionales dependiendo de esta industria (“la maldición del acero”). Y en conjunto con un sofisticado y emergente sector servicios.
El punto para relevar es que cada país tiene una trayectoria diferente, debido a la historia, cultura y geografía, contexto geopolítico y dotaciones iniciales de riqueza y que esto no es replicable fácilmente en otras latitudes del globo. Cercanía geográfica a polos de desarrollo con alta población (Alemania, Japón, etc.) permiten una dinámica de comercio exterior con alto aprendizaje tecnológico (bidireccional) y con cierta dosis de estabilidad para el desarrollo empresarial y así reducir su aversión al riesgo a la hora de materializar sus inversiones. Y ciertamente el abaratamiento en los costos de transporte ha desafiado a los países a que desarrollen productos con mayor valor agregado no siendo la distancia geográfica un obstáculo para este aceleramiento industrial.
Incluso ya Vietnam abrazando el libre comercio y emulando las condiciones bases del desarrollo asiático (mercados regionales gigantescos en población y clusterización de la producción) está desarrollando un vibrante tejido de empresas PYMEs alcanzando su participación ya el 40% del PIB.
De todos modos, lo que si es consenso respecto al rápido avance de los países del Este Asiático es que en el centro de esta política industrial orientada al mercado se requería el impulso empresarial, además de disponer de altas tasas de ahorro e inversión, contar con una mano de obra calificada y poseer un ambiente macroeconómico estable. Del mismo modo poseer una eficiente administración pública que sea ad-hoc a esta nueva estrategia de crecimiento basada en las dinámicas empresariales. En el desarrollo del Sudeste Asiático, a grosso modo, se señala como clave en la expansión de estos países: “disponer de los fundamentales básicos y que estos sean los correctos”. Sobre esta base el Estado potenció el impulso empresarial de diferentes formas: subsidiar sectores, seleccionar sectores, establecer metas de exportación, de valor agregado, etc., pero siempre en un contexto de mercado y con señales de precios que permitían sostener estas políticas. Esto permitió que el capital se asignará a sectores más rentables con el consiguiente aumento de productividad sobre la economía, sobre todo al desarrollar nuevos sectores (Corea del Sur) o ir desarrollando gradualmente nuevas tecnologías y sectores (Tailandia y Malasia).
En el caso de Chile, un desafío es continuar diversificando la matriz productiva. Esto pasa por seguir potenciando las empresas PYMEs en su articulación con las grandes empresas, de modo de generar una política de colaboración y compromiso de largo plazo para permitir los upgrading en calidad y así seguir siendo competitivas en los mercados globales. Las empresas PYMEs deben participar más activamente en el total de bienes exportados (apenas 2% del total del valor exportado) e indirectamente a través de contratación de bienes y servicios llevado a cabo por grandes empresas exportadoras profundizando los encadenamientos productivos que las rigen. Una política pública estratégica que ya se está materializando es que estas empresas participen más activamente en las cadenas globales de valor. En minería ya se ha avanzado bastante potenciando los encadenamientos productivos (Codelco y su programa de proveedores de clase mundial) así como todas las innovaciones en ingeniería derivadas de la gran minería privada. Por otro lado, en la agricultura queda mucho espacio productivo para articular a los medianos y pequeños en las cadenas globales de valor. Del mismo modo, dado el objetivo de empleo y creación de valor, se deben robustecer y modernizar las agencias locales de fomento productivo como Sercotec para promover actividades micro-empresariales tan relevantes para el tejido social y para la economía y que importan así como las PYMEs en la generación de empleo.
Este desafío de incrementar la productividad en la economía permitiría además de diversificar la matriz productiva, mantener un sano balance entre los diferentes sectores económicos resistiendo mejor los shocks económicos internacionales (se desacoplan algunos sectores en periodos de contracción). Y los recursos a desplegarse por parte del Estado (CORFO y otras agencias) deben ser consistentes y realistas con las necesidades del país, para delimitar la captura estatal que afecte la asignación del capital hacia los sectores más rentables. Así la productividad pulsa al interior del país al tener las empresas locales contacto con empresas extranjeras (conectadas a los centros globales) con un aprendizaje en logística, gestión, marketing y financiamiento del comercio exterior (aquí se desarrollan complejas pero constantes mini-innovaciones muchas veces no entendidas o no estudiadas en profundidad por los economistas). Del mismo modo el contar con un tejido local PYME robusto es requerido para la absorción del empleo en la economía (Sudáfrica es un buen contra-factual). Para el fortalecimiento de estas empresas se requiere profundizar los canales de liquidez desde el Banco Central hacia intermediarios financieros bancarios y no bancarios. Sobre todo, estos últimos, tienen menos asimetrías de información respecto a las empresas PYMEs que solicitan financiamiento. Del mismo modo, las garantías estatales crediticias deberían distribuirse considerando el territorio y las dinámicas empresariales donde estas ocurren, para contribuir a una efectiva descentralización financiera.
También se requiere fortalecer el rol de la CORFO en cuanto a potenciar el actual ecosistema de innovación. Esta entidad, junto al resto de los actores públicos y privados están llamados a apoyar la creación de valor de las PYMES, a través de programas, instrumentos y políticas públicas que sean consecuente con la situación que viven las empresas más pequeñas, donde muchas veces la innovación y la I+D, es un lujo que no todas se pueden dar.
Se sabe que cuando la innovación se liga a la investigación y desarrollo, y por ende aparece de la mano de la ciencia y tecnología, surgen probablemente las innovaciones más radicales o disruptivas. Las PYMES además, tienen la opción de apoyarse en los otros dos pilares que sostienen a la innovación; los modelos de negocios y el diseño, donde probablemente encuentren espacios más cómodos para moverse y con resultados en menores plazos.
La CORFO es fundamental para que las PYMES se atrevan a innovar en ese pilar tan complejo y alejado para ellas. Se deben crear mecanismos efectivos para que estas empresas se acerquen con más fuerza a las universidades, centros tecnológicos y de investigación y otras entidades, para que desde ahí las PYMES inviertan en la construcción de valor de largo plazo.
En cuanto al gasto en innovación y desarrollo, este es aún bajo (0,4% del PIB) para el standard OECD (2,0% del PIB). Este debería escalarse, pero se requiere menos aversión al riesgo del sector empresarial; y como mala noticia vienen decreciendo las solicitudes para aplicar para ser considerado como gasto en R&D (con el respectivo incentivo tributario). Debería estimularse a las empresas a contratar servicios especializados ofrecidos por universidades y centros de investigación, pero esto debería materializarse en una sinergia tal que reduzca las burocracias y oriente a los investigadores a encontrar soluciones a las diversas problemáticas empresariales. En este actual contexto, frágil pero con algunas oportunidades, la pandemia ofrece un impulso inesperado en cuanto a por ejemplo potenciar la digitalización de los procesos de PYMEs, lo cual en el mediano plazo será un elemento diferenciador, y esto es una ventana de oportunidad para el gasto en R&D para este tipo de empresas.
Un elemento crítico para discutir es que ciertamente los mercados internacionales permiten ganancias de productividad (y de capital) significativas al inicio de las aperturas comerciales y cuando aumenta la exposición a los mercados globales. Pero hay un vibrante tejido empresarial PYME que orienta sus desafíos productivos al mercado interno, y que requiere una corriente sostenida de innovación para permanecer en el mercado y así alcanzar una situación de mayor estabilidad relativa. Sus esfuerzos se orientan a la economía local, lo cual permitirá la utilización de capacidades productivas relativamente sub-utilizadas (basta mirar algunas regiones de Chile). Con una arquitectura institucional Pro-PYME, se fortalece la confianza de pequeños y medianos empresarios para realizar sus inversiones. Y como no están en general en la frontera tecnológica, sus posibilidades de absorber empleo son mayores., lo cual es beneficiosos para la economía. La competencia y el crecimiento irán permeando de nuevos desafíos a estas empresas lo cual incidirá en la necesidad de disponer de una mano de obra con habilidad diferenciadoras. El punto es que enfatizar la matriz exportadora como casi la única causa del desarrollo y crecimiento económico es insuficiente en relación con las necesidades de una economía de ingreso medio. Deberíamos hablar de fortalecer una “matriz productiva local-global” en la cual la pulsión externa y domestica permitiría absorber empleo, reeducar mano de obra, escalar la innovación y potenciar el apetito empresarial. Así, en el caso de Chile y de muchos otros países de ingreso medio, no basta sólo con mirar la sofisticación de la canasta exportadora para predecir el crecimiento futuro. Aquí la arquitectura institucional Pro-PYME debe jugar un rol fundamental: legal, financiero, tributario, tecnológico, consejería comercial, y sobre todo el consenso social que estos empresarios arriesgando su patrimonio desplazarán la economía hacia más elevados niveles de producción, permitiendo una mejoría sistemática en la distribución del ingreso y en el bienestar social. Como lo demuestra la evidencia internacional, a mayor participación de las PYMEs en la producción total de una economía, se verifican mejores patrones de distribución de ingreso.
Finalmente, el rol del sistema educativo es vital para desafiar las actuales estructuras productivas. Estructuras que ya se desafiaron en el pasado con la apertura unilateral de aranceles (1975) y la posterior firma de acuerdos comerciales (1990 hacia adelante) que profundizaron las estructuras de mercado prevalecientes. Pero se requiere avanzar más. El rol de la interdisciplinariedad científica y tecnológica (“no a la lógica de silos”), el conocimiento anclado al desarrollo de problemáticas de empresas PYMEs a ser resueltas en contextos de mercado, y una necesaria e inevitable masificación del idioma inglés a edades tempranas son condiciones necesarias para llevar a la economía chilena a estadios superiores. También en esta ecuación la confianza como un capital social entre actores públicos y privados es de vital importancia para desarrollar la economía. Todos los países exitosos han evidenciado consensos básicos robustos respecto a la estrategia de desarrollo futura.
Francisco Castañeda
Director de la Escuela de Negocios
Universidad Mayor