Estudio mostró por primera vez que la especie de moscas colibrí usa las flores para dormir
Maureen Murúa, académica del Centro Genómica, Ecología y Medio Ambiente GEMA U. Mayor, es coautora de esta investigación, que tomó como base los más de 2.000 registros ciudadanos de estos ejemplares a lo largo del país.
Cerca de un 70% de las moscas en Chile son florícolas, es decir visitan flores de día o de noche para obtener néctar y polen, cumpliendo un rol fundamental en el ecosistema.
Dentro de estas se encuentran las moscas colibrí, que son grandes, robustas, de colores brillantes, iridiscentes y tienen una probóscide o trompa, lo que llama la atención de los ciudadanos, quienes no dudan en fotografiarlas.
Estos registros son parte de la base de datos que investigadores usaron para un estudio publicado en la revista “Arthropod-Plant Interactions”, que mostró que estos individuos usan esas flores para dormir.
La investigadora Maureen Murúa, académica del Centro de Genómica, Ecología y Medio Ambiente GEMA de la Universidad Mayor, es coautora de este trabajo, y junto a Rodrigo Barahona -director de la iniciativa de ciencia ciudadana “Moscas florícolas de Chile”-, revisaron las más de 2.000 fotos tomadas a lo largo del país, preguntándose si el color y la forma de las flores o ambos determinaban dónde podían ir a dormir estas moscas.
Entre los resultados encontraron que la forma sí determinaba donde dormían. Así, estas moscas colibrí elegían flores tubulares, como las orquídeas, astromelias o lirios del campo, las huasitas y las panzas de burro, ya que les proveen un hábitat temperado producto del metabolismo celular de las plantas o porque evitarían lluvias, bajas temperaturas o depredadores.
En cuanto al color, no encontraron ninguna asociación. “Como son fotos de ciencia ciudadana, hicimos una caracterización en base al ojo humano, pero los insectos tienen otro espectro de visión. Hay algunos que ven en el espectro del UV y otros que ven en el espectro infrarrojo”, dijo la investigadora.
Ahora el desafío es medir otras variables que podrían influir en la elección de estas especies como refugios.
“Queremos tener un protocolo estandarizado para medir, como los cambios de temperatura, las horas del día y los efectos del cambio climático. Quizás las temperaturas muy bajas en el invierno pueden hacer que los individuos ingresen más temprano a las flores y éstas se quedan sin polinizar”, ejemplificó Murúa.
Finalmente, la académica valoró la participación de la gente en este tipo de iniciativas, ya que a su juicio permite democratizar la investigación y el conocimiento.