Científicos U. Mayor realizan expediciones para estudiar el impacto de la contaminación en la Antártica

Rosario Vargas fue parte de la primera campaña del rompehielos “Almirante Viel”, que le permitió obtener muestras de aire y agua para analizar las concentraciones de hidrocarburos policíclicos aromáticos en la zona. En tanto, los académicos Gustavo Chiang y Paulina Bahamonde trabajaron en la isla Rey Jorge para evaluar el efecto de contaminantes, como el mercurio, en ballenas y peces.


 

Un equipo de investigadores de la Universidad Mayor viajó este verano a la Antártica para estudiar el impacto de la contaminación en este continente, que representa un termómetro sobre la salud del planeta.

Rosario Vargas, alumna del Doctorado en Ecología Integrativa e integrante del laboratorio del Dr. Cristóbal Galbán, del centro GEMA, Genómica, Ecología y Medio Ambiente, fue parte de la primera campaña del rompehielos “ Almirante Viel”, buque equipado con laboratorios para estudios oceanográficos y de biología marina.

La joven fue testigo de la hazaña de la embarcación y durante su trayecto -desde el mar de Drake hasta el mar de Weddell- pudo tomar muestras de agua y aire para analizar las concentraciones de hidrocarburos policíclicos aromáticos (PAHs), que provienen de la combustión de combustibles fósiles (quema de bosques, actividad de motores) y de contaminantes orgánicos persistentes (POPs), como pesticidas e industriales, compuestos tóxicos que viajan largas distancias y que se acumulan en los ecosistemas polares, pudiendo tener efectos negativos en la fauna.

“Anteriormente habíamos encontrado contaminantes como pesticidas y otros en la zona. Nos interesa ver cuán difundidos están en la Antártica y llegar a otros lugares donde no hemos ido”, comentó.

Para Vargas, su primera expedición oceanográfica fue muy buena y espera que el rompehielos Viel pueda ser utilizado para la actividad científica. “Ojalá haya voluntad para que el buque se dedique a la ciencia durante todo el año en Chile”, dijo.

Por su parte, el Dr. Galbán destacó la importancia de realizar investigación en el continente blanco, ya que “permite estudiar la zona que teóricamente debería tener menor grado de contaminación, porque tiene menor presencia humana, pero como es una zona fría y por las dinámicas de transporte atmosférico, todos los contaminantes que se producen o emitimos en las latitudes medias acaban llegando ahí”.

El académico, que hace 10 años hizo la expedición por la misma zona, agregó que la idea es tener un constante monitoreo y trabajo en la Antártica, estudiando contaminantes clásicos y emergentes, “de modo de ver si las políticas que se están llevando a cabo de reducción de emisiones se están traduciendo en algo más concreto”.

La fauna amenazada

Los académicos del Centro para la Resiliencia, Adaptación y Mitigación (CReAM), Gustavo Chiang y Paulina Bahamonde, participaron en la expedición científica antártica número 61, financiada por el Instituto Antártico Chileno (INACH).

Durante un mes estuvieron en la Isla Rey Jorge trabajando en dos proyectos: uno de ellos, liderado por la Dra. Bahamonde, que busca estudiar la presencia y efectos de contaminantes emergentes asociados a los efluentes de aguas servidas. Para ello obtuvieron muestras de Harpagifer antarcticus, con el objetivo de evaluar qué vías relacionadas con la reproducción y el desarrollo sexual de estos peces están interferidas producto de la contaminación local asociada a las aguas servidas de las bases científicas y militares de la Bahía Fildes.

“La importancia de esta investigación es que no hay ciencia asociada a las aguas servidas”, resaltó la académica, quien agregó que “tuvimos una muy buena experiencia, logrando monitorear los cinco sitios que queríamos”.

Evaluar cómo algunos contaminantes pueden llegar a las ballenas es lo que busca indagar el Dr. Chiang. En específico, analizan el mercurio, uno de los diez contaminantes ambientales más nocivos para la salud humana y de la vida silvestre, de acuerdo a la OMS.

“Existe una gran contaminación con mercurio debido a toda la actividad humana. Cada vez hay más población que está llegando a la Antártica, en un lugar donde nunca hubo humanos, entonces todos estos compuestos pueden estar provocando algún cambio a nivel ecosistémico”, dijo.

En este viaje lograron tomar muestras de 15 ballenas, a quienes les realizaron biopsias de piel y grasa, fotoidentificación y fotogrametría con dron para evaluar su tamaño y condición corporal. Además, usaron la cámara térmica del dron para realizar análisis prospectivos de la fisiología de los ejemplares mediante el control de la temperatura de su soplido.

El académico – que lleva más de 14 años viajando a la Antártica, se mostró impresionado con los cambios provocados por el calentamiento global: hay poca nieve, ésta se derrite rápidamente, hay más verde y las poblaciones de aves están disminuidas.

“Por eso destaco el trabajo multidisciplinario que se está realizando, de modo de tener una mirada más amplia de las problemáticas que están ocurriendo”, cerró.