Guerra en el "grupo de los cinco”: el difícil camino para un acuerdo en segunda vuelta
Columna publicada por El Mostrador el lunes 23 de octubre de 2017.
No cabe duda que el periodismo investigativo está cumpliendo un rol de fiscalización de la política chilena muy relevante, que de hecho ha causado las principales crisis del Gobierno y los partidos de los últimos años. Caval y SQM son solo dos ejemplos. Hace un par de semanas, el programa 'Informe Especial' denunció una red de personas vinculadas al narcotráfico, los que tenían una importante participación en la Municipalidad de San Ramón. Pese a la gravedad de la acusación, era difícil prever cómo se podría convertir en un eje importante de debate en esta última etapa de la campaña presidencial.
Primero fue Carolina Goic la que planteó que su contendor, Alejandro Guillier, tenía que aclarar la relación con el caso –el senador, dicho sea de paso, va como independiente y no tiene cercanía con el PS–, luego se sumarían Sánchez y ME-O, para rematar en la acusación de Kast respecto a que entre 1.500 a 3.000 fichas de inscripción, para validar la inscripción como independiente del ex rostro de TV en esa comuna, podrían estar relacionadas con narcotraficantes. Por cierto, una acusación temeraria, sin pruebas y ambigua –¿de dónde sacó la cifra?, ¿cómo se puede entregar un dato que tiene un margen de error del 100%?–. Además de representar una obvia estrategia para atacar al rival y obtener votos, de parte de esos candidatos, dejó en evidencia la tensión en la ex Nueva Mayoría, así como la baja posibilidad de acuerdos políticos para el balotaje.
Más allá del caso Miguel Angel Aguilera –que terminó renunciando al PS–, esta campaña se ha caracterizado por las polémicas, acusaciones cruzadas, descalificaciones personales, test de drogas, propuestas refundacionales –de lo que los chilenos parecen haber quedado “vacunados” en los últimos ocho años–, amenazas de balazos y martillazos, insultos y garabatos en pantalla, lanzamiento de monedas, pero muy pocas propuestas concretas.
Por supuesto que todos tienen programas y los han presentado, pero basta que un periodista le pida a cualquiera de los 8 en competencia que explique cómo va a lograr el objetivo, de qué manera se financiará, y resulta que la falta de claridad y ambigüedad son sorprendentes.
De muestra un botón: Piñera prometió que Chile será un país desarrollado el año 2025, el problema es que en 2013 planteó lo mismo, pero para el año 2020; Beatriz Sánchez tiene en su programa expropiar las empresas de servicios básicos; Kast quiere cerrar la frontera con Bolivia, aumentando el conflicto internacional; ME-O ofrece nos más discriminación a las minorías; Guillier promete llegar al 60% de educación gratuita y terminar con el CAE; Navarro propone un salario mínimo en 500 mil pesos; Goic quiere reactivar el tren de Valparaíso al sur, el que está detenido por costos hace años.
Está bien, buenas intenciones, buenas ideas, ¿pero cómo se hace para que sean realidad? Esa “bajada” no ha estado presente en los cientos de espacios públicos que han tenido nuestros siete aspirantes. Perdón, dejé intencionalmente fuera a Artes. Creo que este candidato, que tiene posiciones extremas –todas refundacionales– y las presenta de manera muy liviana, le ha hecho un daño a la izquierda más cercana a sus ideas. De seguro no llegará al 1%, a diferencia de Kast, quien representa a la otra punta.
Pero volvamos a un posible acuerdo en segunda vuelta entre los que podemos denominar el “grupo de los cinco”: Guillier, Goic, Sánchez, ME-O y Navarro. Hasta ahora no hay señales concretas de que esto pueda ocurrir. Salvo Enríquez-Ominami, que lo adelantó hace ya un tiempo y, por supuesto, Alejandro Guillier, el más interesado en escuchar del resto una palabra en esa línea, considerando que sigue teniendo la primera opción de estar en la papeleta del 17 de diciembre.
En las últimas semanas, incluso esta opción se ha ido alejando más. Además de las fuertes críticas a Guillier por el caso San Ramón –que incluso hizo perder la compostura al senador una vez terminado el debate radial de Archi–, los otros candidatos no solo han reforzado que esta decisión recién la tomarán el 19 próximo, sino que además han comenzado a poner condiciones de incorporación de sus programas a una eventual candidatura de Guillier. Y los requisitos son altos. Sánchez quiere renacionalizar los servicios básicos y expropiar a las empresas que los prestan, también aborto sin causales, eliminación del CAE y las AFP. Varias de estas propuestas incomodan a la DC. Goic, por su parte, ha declarado que las concesiones hospitalarias entrarían en un acuerdo, tema que, por cierto, provoca al PC.
De ahí que llegar a un pacto para enfrentar todos a Piñera, implicaría que Guillier deba asumir un costo, por el lado de la DC o del Frente Amplio. Es probable que ME-O anuncie su respaldo con menos condiciones, total, para él, esta campaña ha sido una forma de “resucitar” y poder buscar alianzas para asumir el anuncio prematuro que ya realizó: irá por una cuarta vez de candidato presidencial.
El problema de Guillier, es que tendrá muy pocos días para lograr un acuerdo y, por tanto, deberá hacer concesiones, intentando cuidar un equilibrio que es casi imposible por lo radical de las posturas hoy. Y lo que sí es un hecho, es que, en caso de que salga humo blanco, el engendro de programa y de coalición que lo sustente será mucho más débil que el corto experimento de la Nueva Mayoría. Si actualmente la DC está técnicamente fuera del conglomerado y ha denunciado –tardíamente– que fueron “engañados” con el programa actual, no veo cómo podrían mantenerse en un eventual Gobierno de Guillier. Pero, bueno, el miedo a la pérdida del poder y el pragmatismo parece ser más fuerte.
Hasta aquí hemos hablado de un acuerdo político. Pero lo cierto es que, en las condiciones actuales de desprestigio de los partidos, su escasa convocatoria y mala evaluación, dejan esta discusión de apoyos en segunda vuelta como algo medio surrealista. Por más que Giorgio Jackson haya señalado –categóricamente– ayer domingo, en entrevista con El Mercurio, que dudaba de que quienes apoyan al FA voten por Guillier, las personas, los ciudadanos, no van a esperar “órdenes”, ni siquiera consejos de cómo deben votar en el balotaje. Sin ir más lejos, hoy los partidos no son capaces de lograr esto con sus propios parlamentarios a la hora de votar proyectos de ley. La segunda vuelta, en cierta forma, se transformará en un choque bastante polarizado entre dos visiones generales del país, tanto de su pasado como futuro.
Y, claro, también para Piñera las cosas no serán fáciles. Recibir el respaldo público de Kast, le puede traer más dolores de cabeza que ganancias, considerando el esfuerzo que están haciendo por apuntar al centro y la DC –que llegó al extremo de usar la figura de Aylwin en la franja televisiva, un evidente error por la reacción de la familia y la falange–, aunque de seguro ese porcentaje (5% aproximadamente) que vota por las posturas radicales del diputado también va a concurrir a las urnas a sufragar por el ex Mandatario, independientemente de lo que diga Kast.