PUBLICACIÓN// Investigadora U. Mayor estudia cómo el ambiente induce modificaciones en el genoma y controla la floración en cerezos
Andrea Miyasaka Almeida, académica del Centro de Genómica y Bioinformática, publicó una investigación sobre cómo las temperaturas en el invierno afectan en el período de dormancia y floración de distintos árboles frutales.
El cerezo y otros frutales de carozo (durazno, nectarina, ciruelo) son árboles de hoja caduca que al final del otoño entran en un período de dormancia, en el que su metabolismo baja y los primordios florales y vegetativos permanecen latentes, protegidos al interior de los denominados "botones florales". Los días más cortos y las temperaturas bajas de otoño son las señales ambientales que inducen ese proceso adaptativo que permite a esas plantas tolerar el frío y evitar la floración en invierno.
“Esos árboles deben pasar por el frío de invierno para poder florecer. Ese requerimiento en frío y la fecha de floración son rasgos importantes que determinan la elección de variedades más adaptadas a diferentes regiones y condiciones climáticas. Esos rasgos poseen un componente genético, pero también son muy afectados por el ambiente”, explica Andrea Miyasaka Almeida, investigadora del Centro de Genómica y Bioinformática de la U. Mayor, quien junto al grupo del Dr. Claudio Meneses de la UNAB, descubrieron que el ambiente puede modificar la dinámica de la expresión de genes relacionados con dormancia y floración en plantas.
“Ese efecto del ambiente lo demostramos a través de la modulación de las modificaciones epigenéticas en el genoma de las yemas florales, durante la acumulación de frío en invierno”, explica la Dra. Miyasaka, cuya investigación demoró tres años y recientemente fue publicada en la revista académica "Frontiers in Plant Science".
La profesional también agrega que en inviernos cálidos, que son cada vez más frecuentes, el requerimiento en frío de algunas variedades de cerezo no se cumple y eso afecta la calidad de la floración y por ende, la productividad.
“En un intento de dilucidar cómo modificaciones epigenéticas responden a bajas temperaturas durante la dormancia, buscamos cambios en la metilación del ADN usando yemas florales de dos variedades de cerezo expuestas a diferentes horas de frío, contribuyendo con el primer estudio epigenómico de esa especie. Logramos correlacionar los cambios en la metilación del ADN con diferencias en la expresión génica, contribuyendo con la primera información de metiloma sobre el efecto de las señales ambientales en dos genotipos diferentes de cerezo”, concluye la investigadora Andrea Miyasaka.