Investigación// Académico U. Mayor explica cómo los crianceros de cabras podrían estar tolerando mejor la lactosa
Nicolás Montalva, doctor en Antropología y académico del Centro de Investigación en Sociedad y Salud, se dedicó durante 10 años a estudiar la adaptación al consumo de leche que poseen estas comunidades de la Región de Coquimbo, logrando ser portada en la revista Annals of Human Genetics.
¿Pide su café cortado sin lactosa? Esta bebida caliente, una pizza o un yogur tienen poca lactosa en comparación a un vaso lleno de leche, como lo suelen beber de manera habitual los crianceros de cabras en la región de Coquimbo. A diferencia de estas comunidades, este disacárido le produce intolerancia a cinco de cada 10 chilenos, traduciéndose en malestares como flatulencias, diarrea e incluso vómitos.
Sin embargo, estos grupos del Norte Chico de nuestro país podrían estar cambiando la perspectiva que tenemos sobre el consumo de productos lácteos.
“Mirando más de cerca a las secuencias genéticas (de estas comunidades), encontramos señales que sugieren que hay un proceso de selección natural en curso ¿Significa esto que en el futuro sí serán más lactopersistentes? No lo sabemos”, explica Nicolás Montalva, doctor en Antropología y académico del Doctorado en Políticas Públicas y el Centro de Investigación en Sociedad y Salud de la Universidad Mayor, quien durante 10 años se dedicó a estudiar a las comunidades de crianceros de cabras de Región de Coquimbo.
Según el investigador, “las personas de estos grupos tienen una historia muy vinculada a la producción de lácteos caprinos, de modo que nos propusimos investigar si encontrábamos una adaptación similar a la de otras poblaciones de pastores del mundo en que se generaron cambios en la genética”.
De acuerdo a esto, Montalva sostiene que una adaptación a nivel genético se podría estar produciendo en los crianceros de cabras debido a que tienen una historia estrechamente vinculada a la producción de lácteos desde hace unos 400 años.
“Las intolerancias a la lactosa en el adulto se pueden resumir en dos grandes grupos: las secundarias, que se deben a otros problemas gastrointestinales que afectan la digestión de la lactosa; y la primaria, que es una suerte de programación genética que 'apaga' nuestra capacidad de digerirla. Nuestro estudio se trata de esta última, que es la más común”, afirma el investigador.
Sin embargo, las comunidades agrícolas del Norte Chico realizan viajes por la cordillera en los que se consumen cuantiosas cantidades de leche y carne de chivo sin aparentes problemas, considerando que “una diarrea en medio de la cordillera es algo mucho más serio que un dolor de estómago en la ciudad”, recalca Montalva. ¿Podríamos replicar esta cualidad?
Edición genética
La investigación del Dr. en Antropología logró en enero ser portada de la prestigiosa revista británica Annals of Human Genetics, que aborda de manera bimensual los principales estudios en relación a la genética humana, un tema que durante 2018 generó más de una polémica en la comunidad científica mundial.
Así, en noviembre de este año, el médico chino He Jiankui anunció que había logrado modificar genéticamente dos embriones para hacerlos inmunes al VIH. Y pese a que no hay evidencias ni un estudio científico publicado que respalde este avance, los cuestionamientos éticos por el uso de esta técnica volvieron se tomaron el debate.
Si algunas comunidades de pastores en el mundo han desarrollado una lactopersistencia de origen genético, ¿podría ser replicable a través del método de edición genética? Montalva responde: “Se conoce muy bien la genética y la herencia de la persistencia de lactasa, pero de sus mecanismos moleculares se sabe menos. Recordemos que la mayoría de los niños se alimentan exclusivamente de leche al inicio de sus vidas sin mayor problema, por lo tanto aquí hay algo que se 'apaga' con la edad”.
Sin embargo, explica que, si bien hay estudios recientes que han utilizado la edición genética in vitro en ratones y en líneas celulares humanas para modificar exitosamente la regulación genética de la lactasa, “cosa muy distinta es realizarla in vivo, y otra aún más distinta es ver como interfieren los cambios introducidos en su expresión fenotípica. Con cierta tendencia a pensar que algún día podría ser posible, tampoco tendría mucha utilidad práctica en el mundo contemporáneo la edición génica de embriones para algo como la intolerancia a la lactosa primaria. Existiendo tantas alternativas, sería como matar moscas con una escopeta”, puntualiza el académico.