¿Cómo nos transforma la universidad?

Nicolás Ocaranza, vicerrector Académico y profesor de la Universidad Mayor.


Queridas y queridos estudiantes,

Cada nuevo semestre trae consigo nuevas oportunidades. Como vicerrector Académico y profesor, quiero dirigirme a ustedes no solo desde un rol institucional, sino desde la convicción de que la vida universitaria es una de las etapas más intensas, transformadoras y breves que vivirán. Son apenas cinco, seis o siete años; un instante en la historia de sus vidas, pero con un impacto que los acompañará para siempre.

La universidad no es solamente un espacio de aulas, pruebas y calificaciones. Es también un lugar donde se cruzan pasiones, talentos y proyectos. Es la cancha de fútbol donde se forjan amistades duraderas, el taller extracurricular que despierta una vocación inesperada, la academia que abre puertas a un mundo de investigación, el club que enseña liderazgo y cooperación, el centro de estudiantes que ejercita la democracia en su forma más cotidiana, la ayudantía que transforma el conocimiento en apoyo a otros, o la pasantía en un centro de investigación que enciende la chispa de la innovación.

Quiero compartirles algo de mi propia experiencia como estudiante. Durante mi pregrado fui ayudante en tres asignaturas de diferente Facultades. Esa experiencia me permitió no solo profundizar mis aprendizajes, sino también forjar relaciones sólidas con mis profesores, que con el tiempo se transformaron en mentores y referentes de vida. También participé en concursos de ensayos universitarios, donde tuve la fortuna de ganar en dos ocasiones. Escribir, debatir y compartir ideas me enseñó que la universidad es un espacio donde el pensamiento crítico no solo se cultiva, sino que se celebra.

Uno de los recuerdos más significativos fue mi participación en actividades de aprendizaje-servicio: enseñé a trabajadores mayores de edad que necesitaban aprobar su enseñanza escolar. Estar ahí, acompañando a personas que con enorme esfuerzo perseguían sus estudios, me mostró que la universidad no puede encerrarse en sí misma, sino que debe ser un puente hacia una sociedad más justa. Esa experiencia me marcó profundamente y me impulsó a esforzarme no solo por ser un buen profesional, sino también por convertirme en alguien que aporte con valores y coherencia a la vida pública.

Aprovechar cada una de estas oportunidades no solo enriquece el paso por la universidad: abre caminos impensados. Pensemos en figuras icónicas como Barack Obama, quien descubrió su liderazgo político en la universidad a través de actividades comunitarias, o en Satya Nadella, actual CEO de Microsoft, que encontró en sus años de estudiante el impulso para conectar la ingeniería con la visión de transformar industrias. Sus trayectorias nos recuerdan que en la universidad no importa dónde nacimos ni dónde estudiamos antes: aquí todos y todas tienen la posibilidad de proyectar sus sueños y convertirlos en realidades.

La magia de la universidad está en esa igualdad de oportunidades. El aula, la cancha, el laboratorio o la sala de ensayo son espacios donde lo que importa no es el punto de partida, sino la energía, la curiosidad y la pasión que cada uno pone en juego.

Por eso, mi invitación es clara: vivan la universidad a fondo. No se limiten a cumplir lo mínimo ni a mirar solo lo académico. Involúcrense, arriesguen, prueben, fracasen, vuelvan a intentar. La vida universitaria es el laboratorio más grande que tendrán para descubrir quiénes son y qué quieren aportar al mundo.

Como Vicerrector Académico, mi compromiso es seguir abriendo caminos, asegurando calidad, generando oportunidades y acompañándolos en cada etapa de este viaje. Pero nunca lo olviden: los verdaderos protagonistas son ustedes.

Vivan la universidad con intensidad, con alegría y con propósito. Porque lo que hagan aquí no solo marcará su futuro profesional, sino también el modo en que soñarán y construirán un mejor país.