PSICOLOGÍA// Otoño e invierno: cómo influyen en nuestro estilo de vida y las relaciones interpersonales
En Temuco como en el resto del sur, la larga cadena de meses que forman estas dos estaciones nos mantiene casi 10 meses del año entre días grises, frío y lluvia. ¿Cómo nos desenvolvemos como sociedad en ese contexto?
En Temuco, y en el sur en general, vivimos otoños e inviernos que casi no se dejan diferenciar entre sí y que forman parte de nuestro escenario de vida entre 9 y 10 meses del año.
En tal sentido, las escasas horas de luz, el frío, los días lluviosos y la cada vez más presente contaminación por humo de leña van moldeando cómo nos desenvolvemos dentro de esta sociedad acotada al sur del país.
“Hay dos cosas que en primer lugar nos definen como país: estar al sur del mundo, con una lógica en que el desarrollo está en el hemisferio norte y el ser un país del llamado ´nuevo mundo´, que fue conquistado y que tiene menos siglos viviendo en esta interculturalidad, entonces hay una integración que no está definida del todo” explica el director de la carrera de Psicología de U. Mayor Sede Temuco, Alexis Soto.
Si alguna vez se le colgó a los chilenos ser “los ingleses de América” fue por el carácter flemático, adaptativo y menos efervescente que el de los ciudadanos brasileños, colombianos o venezolanos. Y es que según Soto, vivimos “en una postura adaptativa de lo que va pasando. Es muy simbólica la expresión esa de ´arar con los bueyes que se tiene´, de acostumbrarse a lo que va pasando, de cumplir con el deber y de estar pendiente siempre del futuro”.
Un ejemplo claro, explica, es lo que pasa en Temuco cada vez que llueve se inunda la avenida Alemania. “Lo que hemos hecho es acostumbrarnos a tener que caminar tres cuadras más, dar una vuelta, y así poder cruzar. Eso en otras sociedades genera una reacción inmediata”.
Pese a que la industria de la entretención y la oferta de servicios tratan de mantenernos fuera de casa lo más que se pueda, aún vivimos bajo la lógica de permanecer en casa y “de planear más la vuelta a casa que la salida en sí misma”.
“A diferencia de otras ciudades de más al norte o de la capital, acá pese que hay plazas, en general ves poca gente en ellas. Hay ciclovías pero las bicicletas que se ven todavía son escasas. Se asume el salir como un riesgo y ante ese riesgo nos quedamos en casa, nos preocupamos de estar bien calefaccionados, etc.”. A esa enumeración Soto suma que “ya casi no se hace vida de barrio, nadie entra a las casas de los vecinos, cosa que años atrás era común”.
Claro está, este factor determinante en nuestra forma de vida tiene incidencias positivas, ya que si bien las comunicaciones interpersonales han retrocedido, seguimos siendo amables, atentos y “siempre pensamos en proteger y contener”.