La importancia del apoyo psicológico en el tratamiento de la obesidad
Según explica el docente de la carrera de Psicología de la Universidad Mayor sede Temuco, Alfonso Cofré, la estigmatización tiene un grave efecto en la salud mental, bienestar individual, rendimiento académico y oportunidades laborales. “Esta enfermedad requiere un tratamiento específico y el pedir ayuda es fundamental, distanciarse socialmente es el peor error”, asegura.
La obesidad ya no es solo una cuestión de peso. Hoy, el trabajo multidisciplinario en el tratamiento es clave. Así lo explica el docente de la carrera de Psicología de la Universidad Mayor sede Temuco, Alfonso Cofré, ya que este provocaría seguridad y adherencia en los pacientes que buscan lidiar con esta enfermedad crónica.
En ese contexto el apoyo psicológico tiene un papel fundamental, a través de la psicoterapia. Al respecto, el profesional dice que para obtener resultados positivos se deberían considerar cuatro pasos, siendo el primero “la identificación de sintomatología como parte de una forma regular de explicarse el mundo y la enfermedad”.
“La comprensión de la obesidad como una enfermedad es un elemento clave en la motivación al cambio y un primer paso en el proceso de auto-observación que implica, tanto el reconocimiento de la sintomatología como de los procesos que la mantienen”, detalla el profesional.
El segundo paso es la diferenciación emocional, donde —añade Cofré— no solo es fundamental la reevaluación cognitiva de las motivaciones vinculadas a la ingesta de alimentos, sino que también es clave una exploración profunda de las emociones vinculadas a la ingesta alimenticia.
“Este proceso implica auto-observación y reconocimiento de emociones básicas y cognitivas subyacentes que contribuyen no solo a la mantención de la enfermedad, sino también a una forma de sentirse en el mundo”, sostiene el experto, dando paso a un tercer y vital punto en la psicoterapia.
Se trata de las atribuciones internas y externas, donde el cambio que permite el reconocimiento de emociones, permite además identificar polos emocionales descritos, teóricamente, como pasivos y activos.
En términos generales, agrega, “los participantes mantienen una explicación pasiva de su rol en el mundo, las cosas les suceden y pueden hacer poco por cambiar este destino. El proceso de auto-observación llevado a cabo durante las sesiones, implica integrar un rol activo en el mundo, incorporándose como agente de cambio”.
El cuarto paso es la motivación asociada al apoyo social y sensación de pertenencia de los pacientes que, hasta aquí, han hecho un trabajo de auto-observación. “La presencia de afectos y emociones en la psicoterapia grupal aporta a una valoración positiva del trabajo individual. Esto permite una exploración segura de los procesos cognitivos y emocionales que mantienen una forma estable de ser en el mundo”, aclara Cofré.
Es necesario, prosigue el experto, “considerar la evaluación de indicadores clínicos que permitan incorporar información que oriente sobre los aspectos de la intervención que valoran los pacientes en el tratamiento”.
Estigmas de la sociedad moderna
Según indica el académico, la devaluación que produce la sociedad moderna es muy alta en una persona con obesidad, ya que esta es una enfermedad visible, particular y que no se puede ocultar. De esta manera, “la estigmatización tiene un grave efecto en la salud mental, bienestar individual, rendimiento académico y oportunidades laborales”, asegura.
Las críticas, mayoritariamente, serían por la atribución de responsabilidad individual de la condición de obesidad que hacen las personas e incluso algunos profesionales de salud. Lo anterior podría generar un aumento en la ingesta de alimentos y una disminución en la expectativa de avanzar y logro de objetivos en el tratamiento, producto del estrés que ocasiona.
“Es importante que las personas obesas consideren que la obesidad es una enfermedad que requiere un tratamiento específico y que el pedir ayuda es fundamental. Distanciarse socialmente es el peor error”, señala el docente, insistiendo en que “la búsqueda de apoyo familiar y motivarse para generar cambios posibles en su calidad de vida y en su enfermedad, los llevará a mejorar las estrategias de afrontamiento en esta problemática”.
“La psicoterapia es una posibilidad para equilibrar su salud mental y proporcionar esos cambios deseados. La valoración personal es fundamental y la confianza en sí mismos se logra buscando siempre objetivos reales a corto plazo, que al lograrlos les permitirán observarse como agentes promovedores de su propio cambio y bienestar”, remarca.
Desórdenes alimentarios en la mira
Las conductas alimentarias, pueden transformarse en trastornos psicológicos graves de salud. Esto, considerando que los datos epidemiológicos indican un incremento progresivo en la prevalencia y frecuencia de aparición de casos de anorexia, bulimia y obesidad.
“Esto es una imperante línea de investigación como objetivo prioritario en materia de salud”, asegura Cofré, explicando que la conducta alimentaria cuenta con dos sistemas reguladores, uno homeostático, ubicado en hipotálamo, y otro hedónico, representado por el sistema de recompensa cerebral.
“Dichos sistemas están modulados por señales estimuladoras (orexigénicas) e inhibidoras (anorexigénicas) del apetito. Cuando estos sistemas reguladores sufren un desequilibrio, se observa una alteración del curso esperado de este proceso biológico, asociado a la nutrición y funcionamiento del organismo”, dice.
Asimismo, “cuando se altera el comportamiento relacionado con la alimentación, provoca un desorden en el consumo o en la absorción de los alimentos, causando un deterioro significativo de la salud física o del funcionamiento psicosocial. Estas anomalías en el sistema de recompensa alimentaria se vinculan con sintomatología de estrés emocional y fisiológico”, concluye.